jueves, 13 de marzo de 2014

Nevesidad: parte VI

Rafael no fue a hablar con ella directamente, esperó varios días antes de acercarse a Helena para hablar. Las cosas ya no eran como antes y lo entendía. Ahora debía hacerlo bien, hablar con Helena y declararse de la forma apropiada y que ella llevaba tiempo mereciéndose. Rafael no era romántico, ni detallista, era terrible en ambos aspectos, pero se esforzaba y eso compensaba todo lo demás. Y sabía que Helena vería su esfuerzo.

Había dejado a Eva por ella, no le había importado, y no se había dejado llevar por un impulso. Ella había sido la elegida.

Cuando quedó con Helena y la vio, tan hermosa como siempre, Rafael se sintió como si volviese a un hogar que había abandonado y que había echado terriblemente de menos.

Helena le recibió, pero no con los brazos abiertos, aunque Rafael ya se esperaba algo así. Ya se lo había dicho una vez, las cosas ya no eran como antes. Todo entre ellos había cambiado desde el momento en el que él la dejó por Eva. Pero estaba bien, para Rafael estaba bien.

Ya había probado el amor, otros labios, había acudido a otros brazos… y se había dado cuenta de que no merecía la pena si no estaba con Helena.

Rafael sabía perfectamente que lo que sentía por Helena no era amor, no había mariposas en su estómago, ni su corazón se desbocaba al verla, no había nervios en su presencia. Pero sí existía un sentimiento de necesidad que le asolaba cada vez que no estaba con ella. Estando con Eva, Rafael lo había sentido, había sentido una agonía crecer en su interior y un desasosiego tal que durante unos segundos no había sido capaz de respirar.

Helena siempre sabía decir las palabras apropiadas, aún cuando se equivocaba, le comprendía mejor que nadie y le apoyaba sin reparos. Y Rafael quería volver a escuchar palabras de amor dirigidas a él pronunciadas por sus labios. Quería hundirse en su amor y dejarse guiar por ella.

¿Qué era el amor comparado con eso?

- Cuando te dije que no sabías lo que querías realmente, no me refería a esto –le dijo cuando se sentó frente a ella.

Rafael le sonrió.

- Te equivocaste, porque tú eres lo único que necesito.

Helena suspiró entonces. Quería ser más dura con él, quería que él le demostrase que le amaba sin reparos, pero era difícil contenerse cuando después de tanto tiempo él corría hacia ella para retenerla.

- Y sé que nada volverá a ser como antes –añadió cogiendo una de sus manos-. Sé que al estar aquí sentado contigo, cuando te pida que volvamos, tú querrás algo serio, algo real. Y yo no dudaré en dártelo.

Al escucharle, Helena sintió que todo había merecido la pena. Había sufrido mucho, se había esforzado mucho, pero todo parecía haber merecido la pena. Entregarse a él, dejarle ir, evitar sus labios…

¿Qué más podía pedir en aquel instante?

- Lo has dicho todo –replicó entonces-. Ahora quiero algo real, a lo que pueda aferrarme.

Rafael asintió.

Él le daría a ella todo lo que necesitase y estuviese en su mano. Porque vivir sin ella a su lado era imposible, la necesitaba en demasía, con locura. En sus ojos se reflejaba su amor, su necesidad de él, nacida de un sentimiento mucho más puro que el suyo. Y Rafael quería que esos ojos le siguiesen mirando sólo a él, porque él jamás encontraría a nadie que poseyese esa hermosa mirada dedicada a él.

Sentirse tan amado, le hacía sentir seguro, tan especial. Y eso era algo que sólo había encontrado en los ojos de Helena.

- Será real Helena, por ti lo haré real –murmuró lo suficientemente alto como para que ella le oyese.

Helena se sintió segura al escucharle, porque sonaba a una promesa, a un compromiso irrompible.

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