miércoles, 5 de diciembre de 2018

Aquella noche


No solía ver las noticias, me resultaban deprimentes; siempre llenas de desgracias que llegaban a aburrirme y a hundirme en un leve estado de desesperanza. Sin embargo, aquel día no corrí a cambiar de canal, me quedé mirando al presentador dar las noticias de última hora. Lo mismo de siempre.

De repente, una mirada marrón captó mi atención. En la pantalla apareció la imagen de una joven que me resultó familiar. No la conocía, estaba seguro de ello, pero había algo en ella que me removió el estómago. Me quedé paralizado frente al televisor y, pese a que la imagen ya había desaparecido, seguía intacta en mi retina.

Había visto a esa chica.

Vino entonces la imagen de una muchacha en la calle pidiendo que la dejaran, que quería volver a casa. La chica de aquel recuerdo era la misma que ahora volvía a aparecer en los informativos junto con la palabra desaparecida. Yo la había visto. La había visto con ojos llorosos junto a unos chicos y no había hecho nada. Había pasado de largo sin volver la mirada, sin querer ver lo que estaba ocurriendo. Sólo habían sido un grupo de jóvenes siendo un poco pesados, ya había visto esa escena muchas veces, nada fuera de lo normal. Ella me había mirado un segundo, suplicando ayuda, pero yo miré hacia otro lado.

Debería ir a la policía.

Debería...

Mi cuerpo estaba congelado a causa de la culpa y la vergüenza que se extendían por cada fibra de mi cuerpo. ¿Con qué cara me mirarían? ¿Cómo podría presentarme en la policía y decir lo que había visto sin hacer nada? Podría haber hecho algo, debería haber hecho algo.



Podría haber llamado a la policía.

Podría haber gritado algo, cualquier cosa.

Podría haber buscado ayuda...



Pero no lo hice, decidí mirar hacia otro lado porque era más fácil, porque no era de mi incumbencia, porque qué podría pasarle a esa muchacha. Decidí mirar hacia otro lado.


Podría volver a hacerlo.

Podría ignorar la noticia y seguir con mi vida.

Podría no hacer nada una vez más.

Quité el televisor y me quedé sentado, incapaz de moverme, con su mirada marrón clavada en mí. Me obligué a comer, a continuar con mi vida. No quería enfrentarme a la realidad. No quería pensar que una chica podría estar muerta y que yo podría haberlo evitado.

Sus ojos me siguieron acechando a cada instante. Su mirada llorosa iba tras de mí, pidiendo auxilio una vez más. Yo la ignoré.

No quería enfrentarme a la realidad.

No quería enfrentarme a unos padres desesperados que me preguntarían por qué no hice nada.

No quería tener que aceptar que yo era en parte responsable del futuro de aquella joven.

Ignoré sus súplicas que me persiguieron hasta en mis  sueños. La ignoré hasta que ya no pude más. Hasta que tuve que salir corriendo de mi casa a dar parte a la policía, demasiado tarde, de lo que había visto aquella noche.

lunes, 20 de agosto de 2018

Prisionera

La ciudad duerme a mis pies. Su luz alumbra mi cuarto, alejando las tinieblas que me rodean.

Quiero ir hasta ella, alargo mi mano para tocarla, pero choca contra el cristal que me separa de ella.

Quisiera ir hasta ella, perderme por sus calles, pero mis ojos son deslumbrados por su luz.

Entonces paseo mi dedo por el cristal pensando en todo lo que podría vivir entre sus edificios. Imagino cómo se sentiría el aire al golpear mi rostro mientras corro para llegar a cualquier sitio.

Me dejo caer sobre mi cama y cierro los ojos para ver.

Me dejo guiar por mis pensamientos a ese mundo imaginario que he creado.

Y así llego a mi mundo. Ese en el que puedo correr y saltar. Ese en el que río sin que importe nada más.

Me alejo de mi cama y de aquello que me mantiene con vida.

Me alejo de los continuos cuidados y las sonrisas condescendientes.

Voy a ese mundo en el que el sol me deslumbra y el viento mueve mis cabellos.

No quiero abrir los ojos y ver otra vez esa ciudad que descansa alejada de mí.

No quiero volver al mundo real y anhelar aquello que jamás será mío.

Pero lo hago.

Me alzo y me pego a la ventana.

La ciudad empieza a despertar a mis pies. El sol que nace llega hasta mi cuarto. Alejando los fantasmas que quieren llegar hasta mi corazón.

Suspiro anhelante, deseando poder llegar hasta ella y perderme en esa ciudad que puebla todos mis sueños.

Vagas ilusiones que se esfuman cada noche. Cada día…

Me apoyo contra el cristal.

No importa cuanto lo desee. Nunca llegaré hasta ella.

No mientras sea prisionera de mi cuerpo…



lunes, 23 de abril de 2018

House of Leaves

Si alguien no sabe qué leer, quiere leer algo diferente y tiene buen nivel de inglés, este requisito es indispensable, le recomiendo que se lea; House of Leaves.




House of Leaves es un libro de terror, sin embargo, mezcla en la misma historia romance de forma muy sútil, cuando empecé a leerlo ya había encontrado muchas opiniones que decían que se trataba de una historia de amor, pero es algo que no vi a primera vista; simplemente te sorprende. Sin embargo, eso no quita valor a la sensación de claustrofobia que te acompaña casi desde el principio y que se acrecenta a cada página. Podría hablaros de qué va, intentar explicaros qué papel juega una casa en todo esto y su documental, o lo angustiante que podía llegar a ser en ciertos momentos su lectura, pero no lo haré. Con lo que he dicho es suficiente.



Sólo avisaré de que es una lectura complicada, no sólo porque está en inglés (si hay traducción al español no lo sé), si no por lo especial de sus páginas. Por supuesto no todas son así, pero hay varias y hay que estar preparado para saber enfrentarlas y aprender a leerlas. Sin embargo, y pese a que en muchas ocasiones es un reto el poder continuar merece la pena. Es diferente a todo lo que he leído, no sólo por la historia, si no por la forma en la que la cuenta, por la forma en la que te absorbe y te da igual tener que girar el libro o torcerlo porque simplemente tienes que continuar.


Estos son ejemplos de lo que te puedes encontrar, no todo es tan complicado, pero hay que estar preparado para sufrir, para querer continuar y no saber cómo, para querer comprender y llegar a un momento de catársis absoluto cuando simplemente sabes cómo leerlo sin pensar en nada más. Vas a conectar con los personajes, todos ellos, y vas a sufrir y alegrarte por ellos conforme todo se va desarrollando y vas a encontrar una nueva forma de leer.



Tiene además muchos anexos que completan su lectura y te hablan de personajes que no aparecen, pero que su historia pasada influye en el presente. Es interesante el tener tantas cosas que acompañan a la lectura y que el autor comparte contigo poco a poco.



¿Es un libro que vas a disfrutar sí o sí?

¿Es un libro para todos los públicos?

¿Es un libro que te va a enamorar?

Me gustaría poder decir que sí, pero estaría mintiendo. Me gustaría pensar que sí, pero si no le das una oportunidad nunca lo vas a saber.







Y para despedirme aquí dejo un par de frases:

"Who has never killed an hour? Not casually or without thought, but carefully: a premeditated murder of minutes. The violence comes from a combination of giving up, not caring, and a resignation that getting past it is all you can hope to accomplish. So you kill the hour. You do not work, you do not read, you do not daydream. If you sleep it is not because you need to sleep. And when at last it is over, there is no evidence: no weapon, no blood, and no body. The only clue might be the shadows beneath your eyes or a terribly thin line near the corner of your mouth indicating something has been suffered, that in the privacy of your life you have lost something and the loss is too empty to share."


"For some reason, you will no longer be the person you believed you once were. You’ll detect slow and subtle shifts going on all around you, more importantly shifts in you. Worse, you’ll realize it’s always been shifting, like a shimmer of sorts, a vast shimmer, only dark like a room. But you won’t understand why or how."
—  Mark Z. Danielewski, House of Leaves


Si estás dispuesto a probar algo nuevo este es tu libro, sino...