No solía ver las noticias, me resultaban
deprimentes; siempre llenas de desgracias que llegaban a aburrirme y a hundirme
en un leve estado de desesperanza. Sin embargo, aquel día no corrí a cambiar de
canal, me quedé mirando al presentador dar las noticias de última hora. Lo
mismo de siempre.
De repente, una mirada marrón captó mi
atención. En la pantalla apareció la imagen de una joven que me resultó
familiar. No la conocía, estaba seguro de ello, pero había algo en ella que me
removió el estómago. Me quedé paralizado frente al televisor y, pese a que la
imagen ya había desaparecido, seguía intacta en mi retina.
Había visto a esa chica.
Vino entonces la imagen de una muchacha
en la calle pidiendo que la dejaran, que quería volver a casa. La chica de
aquel recuerdo era la misma que ahora volvía a aparecer en los informativos
junto con la palabra desaparecida. Yo la había visto. La había visto con ojos
llorosos junto a unos chicos y no había hecho nada. Había pasado de largo sin
volver la mirada, sin querer ver lo que estaba ocurriendo. Sólo habían sido un
grupo de jóvenes siendo un poco pesados, ya había visto esa escena muchas
veces, nada fuera de lo normal. Ella me había mirado un segundo, suplicando
ayuda, pero yo miré hacia otro lado.
Debería ir a la policía.
Debería...
Mi cuerpo estaba congelado a causa de la
culpa y la vergüenza que se extendían por cada fibra de mi cuerpo. ¿Con qué
cara me mirarían? ¿Cómo podría presentarme en la policía y decir lo que había
visto sin hacer nada? Podría haber hecho algo, debería haber hecho algo.
Podría haber gritado algo, cualquier
cosa.
Podría haber buscado ayuda...
Pero no lo hice, decidí mirar hacia otro lado porque era más fácil, porque no era de mi incumbencia, porque qué podría pasarle a esa muchacha. Decidí mirar hacia otro lado.
Podría volver a hacerlo.
Podría ignorar la noticia y seguir con mi
vida.
Podría no hacer nada una vez más.
Quité el televisor y me quedé sentado,
incapaz de moverme, con su mirada marrón clavada en mí. Me obligué a comer, a
continuar con mi vida. No quería enfrentarme a la realidad. No quería pensar
que una chica podría estar muerta y que yo podría haberlo evitado.
Sus ojos me siguieron acechando a cada
instante. Su mirada llorosa iba tras de mí, pidiendo auxilio una vez más. Yo la
ignoré.
No quería enfrentarme a la realidad.
No quería enfrentarme a unos padres
desesperados que me preguntarían por qué no hice nada.
No quería tener que aceptar que yo era en
parte responsable del futuro de aquella joven.
Ignoré sus súplicas que me persiguieron
hasta en mis sueños. La ignoré hasta que
ya no pude más. Hasta que tuve que salir corriendo de mi casa a dar parte a la
policía, demasiado tarde, de lo que había visto aquella noche.