Dulces fueron vuestros labios la noche que compartimos.
Amable vuestra sonrisa y vuestras palabras llenas de cariño y amor.
Recuerdo esa noche con alegría y un deje de nostalgia
por aquello que no volverá.
Sois única; visceral, fría, pasional, retorcida,
amorosa… llena de contradicciones que jamás comprenderé y que me hacen caer una
y otra vez en una espiral de emociones que no sé controlar.
Amo a mi esposa, con locura. Sin embargo no toda mi
alma le pertenece, pues hay una parte de vos que no soy capaz de olvidar, por
culpa de aquel encuentro, misteriosa mujer que más tarde os revelaríais como mi
enemiga.
Y sé que aquel recuerdo, que aquellas palabras son
engañosas, que jamás me las dedicasteis desde aquel supuesto amor que me
profesabais. Pero a veces dudo. La verdad se me antoja cruel y desoladora.
Debo creer que me amáis, porque yo os amo, de alguna
manera lo hago, pese al dolor que me causáis y la traición que representáis…
Mientras me enfrento a vos, a vuestro mal y vuestra
venganza, puedo sentir mi corazón latir con fuerza a causa de la devoción que
siento.
Mis sentimientos son tan contradictorios como vos.
Y no puedo evitar lo que siento.
Vos sois la causa de mis males y sé que estos males
acabarán conmigo, pero no importa. No me importa, vuestra imagen está grabada a
fuego en mi corazón y ya nada podrá borrarlo… ni tan si quiera la muerte que
vos me ofrecéis cada día, y que cada día está más cerca de ser mi deseo…
Oh, amada mía… ¿Pudo ser mi destino más cruel al
cruzaros en mi camino y mostrarme a la única mujer que mi ardiente corazón no
debería amar ni desear…?
Decídmelo señora de las artes tenebrosas y bendecida
con el don de la sanación… decídmelo, pues sólo vos sois dueña de las
respuestas que me guían hacia mi aciago destino…