miércoles, 26 de marzo de 2014

Destino



Dulces fueron vuestros labios la noche que compartimos. Amable vuestra sonrisa y vuestras palabras llenas de cariño y amor.

Recuerdo esa noche con alegría y un deje de nostalgia por aquello que no volverá.

Sois única; visceral, fría, pasional, retorcida, amorosa… llena de contradicciones que jamás comprenderé y que me hacen caer una y otra vez en una espiral de emociones que no sé controlar.

Amo a mi esposa, con locura. Sin embargo no toda mi alma le pertenece, pues hay una parte de vos que no soy capaz de olvidar, por culpa de aquel encuentro, misteriosa mujer que más tarde os revelaríais como mi enemiga.

Y sé que aquel recuerdo, que aquellas palabras son engañosas, que jamás me las dedicasteis desde aquel supuesto amor que me profesabais. Pero a veces dudo. La verdad se me antoja cruel y desoladora.

Debo creer que me amáis, porque yo os amo, de alguna manera lo hago, pese al dolor que me causáis y la traición que representáis…

Mientras me enfrento a vos, a vuestro mal y vuestra venganza, puedo sentir mi corazón latir con fuerza a causa de la devoción que siento.

Mis sentimientos son tan contradictorios como vos.

Y no puedo evitar lo que siento.

Vos sois la causa de mis males y sé que estos males acabarán conmigo, pero no importa. No me importa, vuestra imagen está grabada a fuego en mi corazón y ya nada podrá borrarlo… ni tan si quiera la muerte que vos me ofrecéis cada día, y que cada día está más cerca de ser mi deseo…
Oh, amada mía… ¿Pudo ser mi destino más cruel al cruzaros en mi camino y mostrarme a la única mujer que mi ardiente corazón no debería amar ni desear…?

Decídmelo señora de las artes tenebrosas y bendecida con el don de la sanación… decídmelo, pues sólo vos sois dueña de las respuestas que me guían hacia mi aciago destino…



miércoles, 19 de marzo de 2014

Necesidad: parte VII (final)

Volver a sentir sus labios fue algo mágico que despertó todo su apetito por ella, el que llevaba meses conteniendo. Y entre besos intentó saciar toda aquella necesidad acumulada a lo largo de interminables meses en los que se había tenido que contentar con tan poco de ella.

Por su parte Helena se dejaba arrastrar por él. Era la primera vez que Rafael se mostraba tan desesperado por ella y estaba tan atento a sus necesidades... Rafael estaba anteponiéndola a todo lo demás. Quería que se sintiese bien, completa a su lado. Y era la primera vez que hacía eso por ella.
 

La veces anteriores Rafael había sido un gran amante, preocupado por sus necesidades y porque ella disfrutase del momento tanto como él. Pero eso sólo había sido en el plano físico, porque no podía darle más. Y en aquella ocasión se sentía distinto a todo lo anterior.
 

Podía sentir sus manos deslizarse por su piel, recorriéndola con delicadeza y pasión. Y se sintió suya por primera vez, porque él realmente quería eso, quería hacerla suya y de nadie más. Y al mirarle sintió que finalmente todo estaba bien. Y por primera vez pudo decirle lo que sentía sin miedo a que le rechazase, a que no aceptase esos sentimientos completamente.
 

- Te amo.
 

Y Rafael atesoró esas palabras porque por primera vez, Helena se sintió libre al decirlas. Entre besos sus miradas se encontraron y de alguna manera vio que Helena aún no se sentía completa, que aún necesitaba algo más de él para entregarse completamente. Y Rafael sabía exactamente qué quería escuchar.
 

Sólo quería una respuesta a su amor, saber que era correspondida. Quería saberse correspondida.
 

No, él no la amaba. Y jamás lo haría como ella anhelaba, pero por ella haría cualquier cosa, hasta mentir. Helena necesitaba escucharle decir que la amaba, lo necesitaba desesperadamente porque era lo que llevaba soñando escuchar desde que se hicieron amigos. Y Rafael se lo iba a decir porque ella se lo merecía todo y porque él necesitaba que lo creyese para que le siguiese amando sin reparos.
 

Rafael necesitaba su amor tan desesperadamente como ella necesitaba sentirse correspondida. Y entendía lo importante que era sentirse lleno y libre de miedo y desesperación.
 

Por eso, entre besos, Rafael la miró fijamente y dijo por primera vez la mentira que les mantendría atados para siempre.
 

- Te amo.
 

A aquella primera vez, le siguieron mil más, porque él no la amaba, jamás lo haría. Pero la necesitaba, la necesitaba más de lo que la gente podría comprender. Pero así estaba bien para Rafael mientras ella estuviese a su lado. Y Helena jamás tendría que enterarse de la verdad. Había estado esperando ese momento años, y no iba a abrir los ojos a otra realidad que no fuese que él la amaba con locura.
 

Helena no vio la mentira en sus ojos, o no quiso verla porque era mejor creer que todo aquello era real y que él la amaba a la dura realidad.
 

- Te amo –repitió la mentira.
 

Así todo estaba bien para ambos, los dos tenía lo que querían, o creían tenerlo, y la vida funcionaba así para ellos.
 

Se tenían el uno al otro y eso era suficiente.
 

Aunque no hubiese un amor real entre ellos, era suficiente, porque Helena no quería verlo y porque Rafael prefería saciar su necesidad de ella.

jueves, 13 de marzo de 2014

Nevesidad: parte VI

Rafael no fue a hablar con ella directamente, esperó varios días antes de acercarse a Helena para hablar. Las cosas ya no eran como antes y lo entendía. Ahora debía hacerlo bien, hablar con Helena y declararse de la forma apropiada y que ella llevaba tiempo mereciéndose. Rafael no era romántico, ni detallista, era terrible en ambos aspectos, pero se esforzaba y eso compensaba todo lo demás. Y sabía que Helena vería su esfuerzo.

Había dejado a Eva por ella, no le había importado, y no se había dejado llevar por un impulso. Ella había sido la elegida.

Cuando quedó con Helena y la vio, tan hermosa como siempre, Rafael se sintió como si volviese a un hogar que había abandonado y que había echado terriblemente de menos.

Helena le recibió, pero no con los brazos abiertos, aunque Rafael ya se esperaba algo así. Ya se lo había dicho una vez, las cosas ya no eran como antes. Todo entre ellos había cambiado desde el momento en el que él la dejó por Eva. Pero estaba bien, para Rafael estaba bien.

Ya había probado el amor, otros labios, había acudido a otros brazos… y se había dado cuenta de que no merecía la pena si no estaba con Helena.

Rafael sabía perfectamente que lo que sentía por Helena no era amor, no había mariposas en su estómago, ni su corazón se desbocaba al verla, no había nervios en su presencia. Pero sí existía un sentimiento de necesidad que le asolaba cada vez que no estaba con ella. Estando con Eva, Rafael lo había sentido, había sentido una agonía crecer en su interior y un desasosiego tal que durante unos segundos no había sido capaz de respirar.

Helena siempre sabía decir las palabras apropiadas, aún cuando se equivocaba, le comprendía mejor que nadie y le apoyaba sin reparos. Y Rafael quería volver a escuchar palabras de amor dirigidas a él pronunciadas por sus labios. Quería hundirse en su amor y dejarse guiar por ella.

¿Qué era el amor comparado con eso?

- Cuando te dije que no sabías lo que querías realmente, no me refería a esto –le dijo cuando se sentó frente a ella.

Rafael le sonrió.

- Te equivocaste, porque tú eres lo único que necesito.

Helena suspiró entonces. Quería ser más dura con él, quería que él le demostrase que le amaba sin reparos, pero era difícil contenerse cuando después de tanto tiempo él corría hacia ella para retenerla.

- Y sé que nada volverá a ser como antes –añadió cogiendo una de sus manos-. Sé que al estar aquí sentado contigo, cuando te pida que volvamos, tú querrás algo serio, algo real. Y yo no dudaré en dártelo.

Al escucharle, Helena sintió que todo había merecido la pena. Había sufrido mucho, se había esforzado mucho, pero todo parecía haber merecido la pena. Entregarse a él, dejarle ir, evitar sus labios…

¿Qué más podía pedir en aquel instante?

- Lo has dicho todo –replicó entonces-. Ahora quiero algo real, a lo que pueda aferrarme.

Rafael asintió.

Él le daría a ella todo lo que necesitase y estuviese en su mano. Porque vivir sin ella a su lado era imposible, la necesitaba en demasía, con locura. En sus ojos se reflejaba su amor, su necesidad de él, nacida de un sentimiento mucho más puro que el suyo. Y Rafael quería que esos ojos le siguiesen mirando sólo a él, porque él jamás encontraría a nadie que poseyese esa hermosa mirada dedicada a él.

Sentirse tan amado, le hacía sentir seguro, tan especial. Y eso era algo que sólo había encontrado en los ojos de Helena.

- Será real Helena, por ti lo haré real –murmuró lo suficientemente alto como para que ella le oyese.

Helena se sintió segura al escucharle, porque sonaba a una promesa, a un compromiso irrompible.

martes, 11 de marzo de 2014

Necesidad: parte V

Cuando vio a Eva en su puerta, Helena supo que algo iba mal. No se llevaban mal, de hecho a Helena le caía muy bien Eva, y estaba segura de que no le desagradaba a la novia de su amigo pese a la historia que arrastraban. Pero algo le decía que algo no iba bien, y que todo iba a empeorar en el momento en el que abriese la puerta.

Pero lo hizo, porque eso era lo que debía hacer. Y al hacerlo, Eva no le dio tiempo a saludarla cuando empezó a hablar y a darle golpecitos con los dedos en el pecho, culpándola de todo.

- Ha sido por ti, todo ha sido por ti.

Helena se vio obligada a retroceder para intentar huir de aquellos golpecitos.

- Me ha dejado por ti… me ha dicho que si tenía que elegir, se quedaría siempre contigo.

Las palabras de Eva tomaron forma en su cabeza y se dio cuenta de lo que había pasado. Rafael la había dejado por ella. Algo dentro de sí misma no pudo evitar sentirse feliz por escuchar sus palabras. ¿Acaso Rafael la amaba?

Entonces se dio cuenta de algo más, Rafael había elegido… ¿Acaso Eva le había dado un ultimátum?

- ¿Le obligaste a elegir? –preguntó cogiéndola de las muñecas para que dejase de golpearla, por más suaves que fuesen sus golpes eran tremendamente molestos e injustos.

Eva le miró indignada.

- Ni siquiera te consideraba una amenaza –le contestó con cierta crueldad-. Él te había dejado por mí, y hasta el momento no había mostrado mayor interés por ti que el de ser su amiga del alma que había accedido a acostarse con él.

Helena sintió que aquello pretendía hacerle daño, pero no sintió tal dolor al escuchar la verdad.

- ¿Acaso no le hiciste elegir tú? –replicó Eva zafándose de su agarre.

- Como si alguna vez hubiese pensado que tenía alguna oportunidad. Me dejó por ti y, como bien has dicho, jamás mostró por mí un verdadero interés. Siempre he sido su amiga del instituto.

Pero Eva no se sintió conforme con aquella respuesta. Helena debía de haber hecho algo, porque entonces no entendía qué había pasado con Rafael. El por qué de aquel cambio tan repentino.

Entonces se fijó en Helena, no sonreía, ni su rostro mostraba ningún gesto de alegría, pero al observar sus ojos vio un brillo de felicidad que era incapaz de esconder. No había maldad en ella, sólo una cantidad de ilusión que le resultaba difícil contener y que le demostró a Eva que Helena no había hecho nada por volverlo a tener de vuelta. Era una felicidad genuina que le aplacó.

Rafael había elegido, sin necesidad de hacerlo. Había sido capaz de hacer por Helena, lo que no estuvo dispuesto en su momento por ella. Había decidido sin necesidad de que nadie le presionase. Y aquello le resultó tan injusto… tan cruel…

Ella no había hecho nada mal, estaba segura de que había sido una buena novia, como había estado segura del amor de Rafael por ella. ¿Por qué la dejaba entonces? ¿Por qué no la amaba lo suficiente como para estar con ella? ¿Por qué volvía a los brazos de Helena?

Al mirar a Helena, sus ojos negros, tan brillantes e ilusionados, intentando esconder todo lo que sentían para poder fijarse en ella y decir algunas palabras de consuelo que Eva no quería escuchar, supo que no podía culparla de nada.

Había sido ella misma quien lo había propiciado todo, la que había hablado y había intentado entrar en el mundo de Rafael para tomar lo que Helena siempre había querido. Rafael no había tenido oportunidad se saborear una vida en la que Helena no estuviese a su lado en todo momento y cuando lo había hecho no había sido suficiente, por mucho que le doliese admitirlo.

Eva respiró hondo y cuando se quiso dar cuenta, su enfado había desaparecido y sólo quedaba un horrible sentimiento de vacío. Pudo sentir los brazos de Helena a su alrededor y las lágrimas caer por sus mejillas.
Su historia había acabado.

La próxima vez que viese a Rafael sería para darse un adiós definitivo y hablar lo de ser amigos. Pero Eva no era tan fuerte como Helena, no podría verlos a ambos y hacer cómo que todo estaba bien cuando era mentira. Ella no era tan fuerte como Helena. No quería serlo.

Y entre los brazos de Helena, Eva pudo entender un poco mejor por qué Rafael la elegía por encima suya.

domingo, 9 de marzo de 2014

Necesidad: parte IV

Rafael no sabía exactamente qué estaba haciendo allí, suplicándole a Helena por volver aún cuando seguía con Eva, cuando estaba tan bien con ella. Pero no había podido evitarlo. Desde que rompió con Helena había notado que algo había empezado a faltar en su vida, y conforme pasaban los meses aquella sensación de vacío se había incrementado.

Echaba de menos estar con Helena, acurrucarse entre sus brazos y hablar con ella. Echaba de menos su calidez, su pasión, su amor…
 

Y se sentía perdido cada vez que quedaban y se veían, y sus labios no se encontraban, ni Helena volvía a decirle todo lo que sentía. Era extraño y se le hacía difícil soportarlo.
 

Por eso había ido al piso de Helena, por eso se le había propuesto y por eso le dolía tanto su rechazo. Era ella quien le amaba, no él.
Desde el otro lado de la puerta Helena le dijo que todo había pasado y que, aunque le seguía amando, las cosas no podían ser.
 

- ¿Tú esperabas que ocurriese esto? –preguntó entonces al escucharla-. 

¿Esperabas atarme a ti de esta forma…?
 

Helena se dejó caer sobre el resquicio de la puerta hasta apoyar su cabeza y dirigió su mirada hacia Rafael.
 

- No –negó-. La verdad es que esperaba que te enamorases de mí y que no apareciese ninguna Eva. Esperaba que alguna noche me dijeses que me amabas…
 

Rafael se acercó más a Helena.
 

- Podrías volver a tenerme –dijo con un deje desesperado en la voz-. 
Podrías volver a ser mi amante.
 

Helena negó con la cabeza.
 

- Ya lo hiciste una vez.
 

- La situación era distinta –replicó con suavidad-. Ya nada podrá volver a como estaba antes.
 

Rafael la cogió por lo hombros, la necesitaba, realmente la necesitaba. Eva no era nada comparada con ella aunque no la amase. Helena sabía estar con él, era perfecta para él.
 

- Podríamos intentarlo. Podríamos…
 

- Rafael…
 

- Una vez me dijiste que te usase –dijo desesperado.
 

- Ya sabes por qué lo dije.
 

- Me lo dijiste… lo dijiste… me dijiste que te usase aún cuando no te amaba, me ordenaste que lo hiciese. Ahora… yo…
 

Helena colocó sus manos sobre su pecho y le alejó levemente haciendo que se callase.
 

- No podemos –negó con dulzura-. Sabes que cuando lo dije todo era muy distinto, no conocías a Eva y yo creía fervientemente que te enamorarías de mí. Además –añadió- ambos sabemos que no serías capaz de hacerle eso a Eva, ni me pondrías a mí en esa situación. Y también sabes que aunque estés en mi puerta serías incapaz de besarme, por ella.
 

Rafael negó. Él sería capaz, podía serlo si ella se lo pedía.
 

- Estás perdido, no sabes lo que estás haciendo aquí realmente. Vete a casa, piensa bien lo que me has dicho y entonces te darás cuenta de que lo que pedías, simplemente, no podía ser, no era lo que querías.
 

La voz de Helena sonó dolida, pero comprensiva. Ella tenía esa capacidad, no importaba lo que hiciese, lo que le ocurriese, era capaz de tragarse todo lo que sentía y ponerse en el lugar del otro, comprenderlo y aconsejarle. Rafael se sintió peor consigo mismo. Por ir a buscarla, por proponerle ser su amante sin pensar en sus sentimientos. Ella se merecía algo más que el papel de amante.
 

- Perdóname.
 

- ¿Lo pensarás?
 

Rafael asintió. Entonces la miró, era un cafre que no se merecía ni que ella le dirigiese una mirada.
 

- ¿Me perdonarás?
 

Helena asintió. Rafael entonces, sin darle tiempo a reaccionar, la abrazó.
 

- Perdóname por ser tan idiota.
 

Tenía razón, Helena tenía razón. Aquello no era lo que quería.

viernes, 7 de marzo de 2014

Necesidad: parte III



Helena observó a Rafael y asintió. Llevaba tiempo preparándose para ese momento. Rafael ya le había hablado sobre lo que sentía por Eva y para ella había sido imposible no ver que Eva sentía lo mismo. Había sido sólo cuestión de tiempo.


- Me alegro –dijo pese a todo el dolor que sentía en ese instante-. No hay nada como ser correspondido –añadió sin darse cuenta.


Entregarse a Rafael había sido estúpido. Jamás, por alguna razón que desconocía, había tenido una oportunidad de enamorarle.


Para Rafael aquellas palabras no pasaron de largo. Había hecho daño a Helena y decirle que fue ella la que se entregó no serviría para nada porque sería culparla injustamente. Él no se negó, no la rechazó y se acomodó en aquella relación.


- Lo siento –se disculpó.


Helena le sonrió.


- Jamás me mentiste y yo ya sabía que no me amabas. Era cuestión de tiempo Rafael, sólo era cuestión de tiempo. Al menos guardo un bonito recuerdo –se conformó.


Al fin y al cabo siempre era mejor haber probado sus labios que no vivir en la agonía de soñarlos. Helena prefería ser positiva y pensar que había hecho todo lo posible por retenerle y ser correspondida. Incluso si había fracasado eso era mejor que no haber luchado.


Debía sentirse bien consigo misma y culpar si acaso a Rafael por no ser capaz de ver que no había nada que buscar fuera de su relación. Sonrió ante su propio pensamiento. Al menos las noches que había pasado preparándose para la ruptura habían servido para algo.


- Espero que os vaya muy bien a ambos.


Rafael asintió.


- Muchas gracias por todo.


Helena le miró sin comprender.


- Siempre me has apoyado aún cuando sabías que eso me alejaba de ti –dijo agradecido-. No sé si mis palabras te reconfortarán o te herirán más, pero necesito decírtelo. Muchas gracias por todo Helena.


Entonces ella vio en sus ojos la duda, el temor que siempre le había frenado a la hora de dejarla e ir a por Eva. Tenía miedo de que todo se acabase, tenía miedo de que ella le dejase.


- No sé si podré devolverte el favor algún día.


- Sólo espero que ahora que tienes una novia no te olvides de mí.


Realmente sólo esperaba eso. Eva podía mostrarse reticente a la hora de dejar que se viesen teniendo en cuenta la historia que llevaban a cuesta juntos.


- Por supuesto que no –negó con rapidez.


Para Rafael estaba claro que Helena seguiría estando a su lado mientras ella lo quisiese así. Ella era, de alguna manera, la persona más importante de su vida y él no podía permitirse el perderla. Aún podía recordar cómo se habían conocido en el instituto al reconocerse mutuamente de un salón del manga. Había sido un momento extraño y algo incómodo, pero cuando empezaron a hablar todo fue tan sencillo entre ellos. Y siempre fue así desde entonces, Helena era la persona en la que más confiaba, en la que más se apoyaba y la persona por la que estaba dispuesto a todo.


Helena le dio un abrazo y le dio un beso en la mejilla conformándose con los recuerdos que podía guardar. No había sido tan difícil después de todo. Estaba llevando las cosas bien y eso la hacía sentir mejor. No era una de esas chicas dispuestas a maldecir cuando estaba perdiendo lo que más amaba en su vida.


Y eso se sentía muy bien.


Ahora sólo debía empezar a buscar el amor lejos de Rafael, por más difícil que le resultase.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Necesidad: parte II



Rafael observó a la chica frente a él. Era imposible negar lo que sentía por ella, así como negar lo que ella sentía por él. ¿Cuánto tiempo llevaban tonteando? Pero él se sentía incapaz de decir nada. Helena era la chica de su vida, lo sabía y no podía hacer nada por evitarlo. Helena, su dulce amante Helena. Si tan sólo no hubiese caído en sus brazos aquella primera vez, en aquel instante podría sentirse libre de decir lo que quisiese.

Pero no lo era, y la joven frente a él lo sabía. Para nadie era un secreto que mantenía una relación de “más que amigos” con Helena, como también se sabía que distaban mucho de ser novios. Helena se había molestado en hacer saber que aquello era sólo temporal y que podría terminar en cualquier momento. Helena había sido noble y fuerte al aceptar mejor que él no podía amarla y corresponderla.

Y quizás fue por todo eso que la joven se declaró con decisión y un poco de descaro, como sólo alguien como ella era capaz de hacer, dejándole sin palabras.

- Pero Helena… -intentó decir sin saber lo que quería decir.

Helena no tenía nada que ver en todo aquello.

- Habla con ella, lo entenderá.

- Eva, para ella será un duro golpe.

Sería un duro golpe para el que estaba preparada desde hacía un año. Eva asintió creyendo comprender lo que le pasaba.

- ¿Tú me quieres? –preguntó comprensiva.

Eva sabía que debía ser difícil para Rafael dejar a Helena, eran amigos al fin y al cabo, desde hacía muchos años. Pero debía comprender que debía pasar página, que ella estaba allí y que era a quien él quería.

- Claro que sí –contestó.

La quería.

- Entonces es el momento de hacer las cosas que deben hacerse si quieres que estemos juntos. Quizás Helena sea capaz –añadió-, pero yo no puedo pensar en nosotros de una manera que no sea siendo una pareja.

Rafael asintió. Eso era lo que él quería también.

- Debes hablar con ella.

Debía hablar con Helena y decirle que todo estaba terminado. Rompería con su relación y esperaría a que al menos aún quedase su amistad. Porque eso era algo que no podía perder.

- Hablaré con Helena.

Eva suspiró aliviada, había sido más fácil de lo que ella se había esperado. Siempre había visto que vivían en una relación liberal y había temido que aquello se interpusiese entre ellos dos, pero con el tiempo había empezado a comprender que no tenía que ser así, y Rafael se lo acababa de demostrar.

Se sentía segura, sólo esperaba que Helena se lo tomase bien porque aunque siempre habían dicho que no había nada real entre ellos, se podía ver claramente que Helena sí que sentía algo por Rafael.

- Hablaré hoy con Helena.

Eva asintió.

- Pero me gustaría esperar una semana para hacerlo oficial. No me gustaría terminar con Helena y que me vea ir corriendo a otra relación. ¿Lo entiendes?

- Sí, puedo entenderlo –dijo.

Aunque el hecho de esperar una semana no iba a cambiar la verdad, que le había dejado por otra.