Cubriste mis ojos con la más suave tela de seda. Me
ocultaste la realidad y me hiciste vivir la más hermosa de las mentiras hasta
tus últimos días. Y ahora que no estás, mis ojos han quedado al descubierto y
apenas pueden soportar la intensidad de los rayos de sol. No sé vivir, y sin ti
no tengo forma de contestar esta última pregunta que me ahoga. ¿Qué he de hacer
yo sin tus mentiras…?