martes, 25 de febrero de 2014

Eurídice



¡Oh, mi Eurídice!

No me canso de llamarte nunca, amada mía. Aunque sé que no volverás, yo aún te espero, sentado aquí, cerca de las puertas que conducen al reino de los muertos. Aún espero a que se abran y aparezcas tú sonriéndome con suavidad mientras me dices que sólo fue un mal sueño.

Eurídice.

¿Por qué no estás conmigo? ¿Quién se atrevió a alejarte de mí? Yo era feliz a tu lado. Contigo no necesitaba más; ni mi música, ni mi arpa… Nada más que tu sonrisa me bastaba. Ahora no tengo nada, porque lo eras todo para mí; mi vida, mi inspiración, mi música, mi musa mi todo…

Oh, Eurídice.

Nunca me canso de llamarte en un vano intento para que vuelvas. Y no importa que ya sepa que te perdí para siempre. Mi corazón me suplica que venga aquí a llamarte, aún cuando sé que ya es demasiado tarde.

Eurídice.

¿Por qué no fui capaz de salvarte de las tinieblas del Inframundo? ¿Por qué tuve que mirar? Sabía qué ocurriría si lo hacía. Sabía que te perdería para siempre si lo hacía. Pero miré mi bella Eurídice. Y al volver mi vista atrás sólo pude ver como la oscuridad te tragaba alejándome de ti. Te fallé y ahora estás encerrada en el tenebroso Inframundo, donde habita Hades, dios y señor de tan lúgubre lugar.

Mi Eurídice.

¿Por qué tuve que mirar hacia atrás? Podrías seguir siendo mía, sino hubiese vuelto mis ojos presa del pánico y la duda. Te perdí para siempre. ¿Serás capaz de perdonarme algún día por dejarte sola en el Inframundo?

Mi hermosa Eurídice…

¿Eres capaz de escuchar esta triste melodía? Habla de ti, amor mío. Cuenta tu triste historia que aún no termina, no mientras yo siga aquí sentado frente a las puertas. Habla de nuestro tiempo juntos que nos fue cruelmente arrebatado.

Eurídice…

El viento me trae tu imagen a través de mil rosas. Veo tu silueta que se me acerca y me intenta acariciar antes de separarse en mil pétalos que se desparraman por el cielo. ¿Eres tú? Dime, por favor, si eres tú mi bella ninfa que intentas estar a mi lado, desafiando a la muerte y mi destino.

Oh… Eurídice…

Cuanto te hecho de menos. Cuanto anhelo tu presencia. Quiero acariciar tu suave y nívea piel, quiero volver a ver tu sonrisa, quiero verme reflejado en tus cristalinos ojos. Pero ya no puede ser, ahora sólo puedo conformarme con tu recuerdo. Y tocar melodías de un amor que me conduce hacia la dulce y apacible muerte.

Eurídice, amada mía.


Y yo sólo espero, sentado aquí frente a las puertas del Inframundo que se abran para mí y me permitan volver a tu lado. Para volver a estar juntos por toda la eternidad en aquel oscuro reino, donde ya nada podrá separarnos.



2 comentarios:

  1. Creo que hoy todos hemos removido el pasado de alguna manera. Supongo que hay cosas por las que no pasa el tiempo y conservan siempre su brillo y su belleza

    ResponderEliminar
  2. Es precioso, y muy poético. A veces gusta pasearse por el pasado de una y encontrarse perlas así. ^^

    ResponderEliminar