sábado, 21 de noviembre de 2015

El Jilguero



Bueno, si alguien está buscando algo que leer y no le importa enfrentarse a un libro de más de mil páginas le recomiendo “El jilguero”. El libro en sí es muy bueno, pero sólo por las últimas cuarenta o cincuenta páginas, merece la pena si el resto del libro fuese un bodrio (que queda muy lejos de serlo) porque en ellas se cierra la historia de una forma magistral a través de Theo Decker, el protagonista. En esas últimas páginas comprendes mejor a Theo y a todas las personas que han pasado por su vida y el por qué de sus acciones. Es un final que te deja devastado, pero extrañamente feliz.

Es uno de esos libros que, cuando los terminas, tienes que rumiarlos en silencio y dejar que cada una de las palabras te atraviese poco a poco, releer algunos fragmentos para poder comprender la grandeza de varios momentos llenos de desesperación y miedo que ahora te dejan una sensación de victoria desgarradora y no un vacío desalentador. Es uno de esos libros en los que hay que pasar una especie de luto antes de poder dejarlo del todo y tener la energía suficiente como para atreverte a coger otro sin que te asolen los personajes del que acabas de terminar.

Realmente es un libro muy recomendable. Hacía tiempo que no leía con esa pasión desmedida que me aísla del mundo y me obliga a leer “sólo una página más” antes de volver a la realidad.

De la autora de este libro: Donna Tartt, también recomiendo “Un juego de niños”, lo leí hace demasiados años, pero todavía recuerdo varias escenas y lo mucho que lo disfruté, pese a lo mal que lo pasaba a causa del miedo de lo que podía pasar al final.

Y como muestra un botón:

¿Por qué empezaste?

¿Por qué empiezan todos? ¡Me dejó mi novia! La novia de ese momento. Quería ser malo y autodestructivo, y lo conseguí.

[…]

¿Y por qué no lo dejas?

¿Por qué tendría que hacerlo?

¿Hace falta que lo diga?

¿Y si no tengo ganas?

Si puedes dejarlo, ¿por qué no lo haces?

Quien a hierro mata a hierro muere, dijo Boris rápidamente, apretando con la barbilla el botón de su torniquete, que tenía un aspecto muy profesional, mientras se subía la manga. 

Por muy horrible que suene, lo entiendo. No escogemos lo que queremos y lo que no queremos, esta es la única y cruda verdad. A veces queremos lo que queremos aunque sepamos que nos matará. No podemos escapar de quienes somos. (Dicho en honor de mi padre: él al menos intentó querer lo sensato –mi madre, el maletín, yo– antes de volverse loco y huir corriendo de ello).

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario